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lunes, 21 de noviembre de 2011

Guadalajara, DF, Piste y Tulúm, final de una etapa.

Mochilerosviajeros sigue su ruta por tierras mexicanas para poder mostraos lo que quizá vosotros podáis ver con vuestros propios ojos en alguna ocasión.

Nos quedábamos en el trayecto que nos llevaría a Guadalajara, capital de estado de Jalisco. Ni siquiera nos planteamos la posibilidad de quedarnos por algún tiempo en la ciudad ya que era imposible conseguir una cama a precio asequible. 
Los juegos Panamericanos habían cobrado todo el protagonismo necesario para impedir esta cuestión. Resignados a marchar esa misma noche dedicamos gran parte del día a recorrer el centro histórico convertido en bullicioso lugar de paso para personas de todo el continente. Sus calles peatonales se abarrotaban de público ansioso por hacerse fotos en los lugares emblemáticos de esta capital. Nos dejamos arrastrar por la marea humana hasta llegar a la plaza Tapatía, centro neurálgico y político de la ciudad. 

Tuvimos la suerte de asistir a un desfile protagonizado por una multitud de “charros” y “adelitas” montados ambos grupos en briosos corceles y portando las banderas de todas las naciones participantes en los juegos. En el mercado central pudimos disfrutar de la comida típica del lugar y ver como la convivencia de lo clásico con lo nuevo ya que en este se mezclan los locales de diseño (aún pocos) con los tradicionales puestos de comida de toda la vida. Dispuestos a otra larga etapa en los cómodos autobuses de largo recorrido que tienen en este país, nos embarcamos ya de noche hacia Ciudad de México también conocida como el DF, hábitat del “chilango”. 
De mañana nos plantemos en la capital administrativa de México y en seguida nos mezclamos con sus gentes. Dado que habíamos tenido la suerte de estar a apenas dos cuadras de la catedral aprovechamos la coyuntura para visitarla. Esta catedral se sitúa en lo que antiguamente era un templo menor de Tenochtitlán comenzó como una pequeña iglesia fundada por Hernán Cortés (que de cortés tenía poco ya que se paso por la piedra  a la mayoría de los habitantes de esta ciudad Azteca) en la primera mitad del siglo XVI y concluyó en la primera mitad del siglo XIX, (y nos quejamos de la Sagrada Familia). 


Se aprovechó para su construcción los restos de la antigua ciudad y actualmente hay un museo justo al lado que te muestra lo poco que queda de la capital del imperio Azteca. Esta ciudad se pudo construir al desecar los canales que la rodeaban y es por eso que en muchas partes está hueca. Justo frente a la catedral se localiza el famoso zócalo, que es como se denomina en todo el país a las plazas centrales. En la anterior ocasión que visitamos la capital, la plaza estaba tomada por unos manifestantes que exigían la dimisión del actual presidente alegando que su lucha contra el narco había traído más desgracias que beneficios, además no se cortaban un pelo al acusarlo de complicidad con el cartel de Sinaloa ya que su líder, el famoso “Chapo Guzmán” es cuñado de Calderón. En esta ocasión la plaza se encontraba ocupada por la feria del libro.

He de decir que la extensión del zócalo  o Plaza de la Constitución (nombre oficial) mide casi 5 hectáreas y que por lo tanto son muchos los expositores que allí se pueden situar. Aprovechamos la mañana para visitar esta feria y darnos una vuelta por las calles aledañas, probar su rica comida callejera y mirar las curiosidades que puedes encontrar en sus múltiples comercios típicos. Dado que era lunes y en ese día el conjunto arqueológico  de Teotihuacán se encuentra cerrado decidimos visitarlo a la mañana siguiente.
Teotihuacán se halla a unos 40 km al norte del DF un autobús urbano te lleva desde la terminal norte a este impresionante sitio arqueológico. No se sabe a ciencia cierta quien construyó esta ciudad, pero se sabe que es una de las más antiguas de la cultura mesoamericana. Los mexicas la denominaban “ciudad donde nacían los dioses”. La realidad es que este sitio fue habitado desde antes de que naciera Cristo y su apogeo lo tubo entre los siglos III y VII, siendo el centro político y económico de la región. Después, como la mayoría de ciudades fue abandonada. Las principales atracciones del lugar son la Pirámide de la Luna y la del Sol comunicadas estas por la Calzada de los Muertos. Cuando subes a la pirámide más alta (la del Sol) puedes observar toda su extensión. Desgraciadamente, unas obras impiden que se pueda completar la subida a la pirámide de la Luna, pero el ascenso a la primera te cansa tanto que casi no es necesaria la segunda paliza. Con un par de hora tienes tiempo suficiente para visitar el sitio y el museo que se encuentra en el mismo recinto y que es gratuito.


Al día siguiente nos dirigimos al bosque de Chapultepec que es el parque urbano más grande de latino América. Son 800 hectáreas de lagos artificiales, caminos, paseos y monumentos que hacen de este lugar el refugio perfecto si lo que quieres es apartarte un poco del bullicio capitalino. Un paseo de unas dos horas nos llevó a descubrir rincones de autentica belleza. Descubrimos también con asombro un hecho casi desconocido. La participación de la aviación mexicana en la segunda guerra mundial, en concreto en la zona del pacífico contra los japoneses, después que estos hundieran un petrolero con bandera mexicana. 
En este bosque se desarrolló también una de las batallas más importantes de la guerra entre México y lo que en aquel entonces era los Estados Unidos. Dado que nuestros anfitriones perdieron esa guerra tuvieron que dar como compensación casi el 55 % del territorio mexicano que comprendían los actuales estados de Texas, Nuevo México y California. Cansados nos dirigimos de nuevo a nuestro lugar de hospedaje preparándonos para la paliza que nos esperaba. Salimos del DF de noche y 20 horas después arribamos a Pisté, pueblo que se encuentra al lado del otro famoso sitio arqueológico: Chichén Itzá. 
Dado que llegamos por la tarde, aplazamos la visita a las ruinas hasta el día siguiente. Lo cierto es que nos favoreció el hecho de estar en temporada baja para encontrar un alojamiento digno y barato.
Aprovechamos la tarde para pasear por las solitarias calles de este pequeño pueblo que hasta el descubrimiento del yacimiento no tenía otro atractivo. Todo gira alrededor de sitio y todos sus habitantes se dedican de una manera u otra al turismo, es por eso que no hay actividad alguna en la calle principal a excepción de la típica tienda de abarrotes o el súper de turno.  Bien temprano nos dirigimos a la ciudad. Un corto paseo de apenas dos kilómetros nos llevó a la entrada del recinto. Chichén Itzá o “Boca del Pozo” es un conjunto de edificaciones que al igual que la mayoría de ciudades mayas fueron ocupadas por diferentes culturas. Está dedicada al dios Kukulcán (pariente de Gneis Kán…. no que es broma jejeje) y destacan en el conjunto la zona del juego de pelota, donde el ganador era sacrificado (fíjate) el observatorio y el templo de Kukulcán con 365 escalones (1 por año). 
En su lado norte se encuentran dos cabezas de serpiente que durante el equinoccio, él sol hace que aparezcan la siluetas de unas serpientes proyectadas sobre la balaustrada. A destacar también el cenote sagrado, espectacular agujero donde se ofrecían los sacrificios al dios Chaak, señor de las lluvias. Casi tres horas nos llevó visitar el lugar, atosigados en todo momento por los vendedores que ofrecían sus mercancías “manufacturadas” con la inscripción Made in China en el reverso de muchas de ellas. La bomba vamos. 




Al día siguiente salimos para Tulúm, última etapa de nuestro periplo mexicano. En un trayecto de cuatro horas nos plantamos en esta turística ciudad con la sana intención de visitar el último de  los sitios arqueológicos que teníamos programados en este viaje. 
También aprovecharía para demostrar mis habilidades como buceador sumergiéndome en un par de cenotes atacando así uno de mis fobias; morir. Nos alojamos cerca del centro, desgraciadamente no estábamos solos en la habitación ya que las chinches que vivían allí no estaban muy de acuerdo en que compartiéramos espacio. 
El Weary Travel Hostel no se merece ese nombre, pero en fin, paso de hablar de ese tugurio, mi crítica en Trip Advisor bastará. Pues a lo que voy. Visitamos las ruinas de Tulúm que se caracterizan por estar al lado del mar…..y ya está. No puedo decir nada mas pues todo lo que he visto antes me ha impresionado y esto pese a ser la segunda vez que lo visitaba me dejó frío. Ahora, la experiencia de bucear en los cenotes, eso ya es otra cosa. 
Contraté un par de inmersiones y un snorkel para que Fer  pudiera disfrutar también de la inmersión en cenote. De buena mañana nos dirigimos al Cenote El Pit. Para llegar a él hay que internarse en la selva y rodar durante un buen trecho con un 4X4 en condiciones. Para iniciar el buceo tienes que realizar un salto de 6 metros con el equipo puesto. Todo un reto. Luego Rodrigo (el instructor) me llevó a 45 metros de profundidad para contemplar los restos humanos que allí se encuentran. La inmersión se completa visitando otros huesos y diferentes piezas de cerámica que se hallan un poco más arriba. Para prolongar la inmersión, Rodrigo me prestó oxígeno de su tanque. Una experiencia brutal, muy buena y que recomiendo sin ninguna duda. Luego aprovechando la proximidad nos dirigimos a snorkelear al cenote Dos Ojos. Sus aguas transparentes te invitan a que te sumerjas en ellas sin ningún miedo. Lo cierto es que es muy sencillo hacer todo el recorrido por la superficie y Fernanda pudo disfrutar por fin de una actividad compartida. 
Por último nos dirigimos al cenote Calaveras que debe su nombre al dibujo que componen sus tres entradas. Lo cierto es que si las dos primeras inmersiones fueron estupendas, esta me dejó un regusto algo amargo. La sensación de claustrofobia se incrementó a medida que nos adentrábamos  en sus múltiples vías. La oscuridad absoluta te rodeaba en todo momento, sólo el haz de luz de la linterna te daba una idea de lo que tenías delante. Luego lo angosto de sus cavidades hicieron que en varias ocasiones me planteara seriamente comunicar al guía mis deseos irrefrenables de salir echando virutas de allí. Una vez cumplido mi deseo, esperamos un día más para dirigirnos a Cancún donde tomaríamos el vuelo que nos devolvería a Colombia y desde allí iniciaríamos nuestro camino al sur. 
Siempre digo que México es mi país de adopción y que pese a estar tan lejos siempre lo llevo en mi corazón. Espero no tardar mucho en visitar este lugar que tanto me gusta y que considero como mi segunda patria. En la próxima entrada, comentaré nuestra tortuosa experiencia por las carreteras colombianas y ecuatorianas. Espero que hayáis disfrutado de este relato. Si no me equivoco quedan todavía un par de ellos. Así que estad atentos y como siempre gracias por estar ahí.
Un beso enorme de estos mochilerosviajeros y hasta la próxima.
Saludos
Fer y Miguel.


1 comentario:

  1. Estuve en el DF como mochilero. Los hoteles en mexico df que visite fueron de 1 estrella o hostels, que los recomiendo mucho mas. Uno paga poco y conoce con gente que está en la misma situación que uno

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