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martes, 20 de diciembre de 2011

Otra vez en Colombia y la ruta de la muerte, Ecuador y Perú. Regreso a Chile.

Saludos mochilerosviajeros que seguís pacientemente este blog que casi toca a su fin. Este será el último en que contaremos nuestra travesía por sur América, aunque espero que en un futuro no muy lejano siga escribiendo sobre nuestros viajes a otros lugares. Queda alguno más donde se darán cifras y otros relatos que han quedado en el tintero y no me he atrevido a publicar por pudor estético. 
Se dice que una muy buena idea puede acabar siendo una cagada y si no que se lo digan a la gente que invirtió en su momento en el sistema de video “Betamax” o posteriormente en el Laser Disc.

En fin, ya desde Chile y con la seguridad y el confort que da el saber que tenemos un techo fijo comenzamos este relato no muy largo, pero intenso. Sin duda.
Con todo el dolor de mi corazón nos despedimos de México para iniciar el descenso continental que nos habría de llevar hasta donde nos encontramos ahora. Al facturar el equipaje, creí buena la idea de pedir el asiento en salida de emergencia ya que siempre hay más espacio para las piernas y se supone que el trayecto se hará más cómodo. Todas las compañías aéreas en las que he viajado (y son muchas) te permiten reclinar el asiento unos 30º  para descansar agradablemente. ¿Todas? No. Avianca tiene la política de hacer que un viaje de apenas 5 horas se convierta en una tortura medieval, ya que si los asiento normales se inclinan a penas  10º, los de salida de emergencia no se inclinan en absoluto lo que provoca que pases todo el trayecto como si fueras de pié y de paso evita que te puedas dormir, con lo que por obligación los pasajeros que ocupan esos asientos has de estar alerta por si hay un accidente poder accionar las puertas de emergencia. Como si en un accidente aéreo tuvieras tiempo antes de darte la castaña de prepararte para la incidencia y permanecer impasible no dejándote vencer por la histeria. En fin. Se unió también a tan agradable trayecto el hecho de que llevaba a cuestas un resfriado del copón acompañado por un torrente de mocos que no cesaba de caer por mi nariz cual cascada en época de deshielo. El efecto que provoco en mi anatomía la presión en cabina fue terrible ya que todos la mucosidad se me acumuló en la parte frontal de la cabeza y taponó mis oídos de tal forma que me resultaba imposible sonarme sin que pareciera que de repente por mis orejas iban a salir despedidos los mocos acumulados. 
Y así varias horas. Un viaje del todo agradable vamos. Bueno. Bien temprano aterrizamos en el aeropuerto de Bogotá para marchar a Cartagena de Indias. También quiero decir que el citado aeropuerto de El Dorado parece más bien una terminal de autobuses que un aeropuerto internacional, pero estoy seguro que las autoridades subsanarán este problema en cuanto tengan un rato o les den un mundial. Sobre las 08:00h nos arribamos a Cartagena con la misión de conseguir un bus que nos llevara a Santa Elena primero y luego a nuestro destino final por aquella agotadora jornada.
 Ya en Taganga, nos alojamos en el hostel donde habíamos dejado parte de nuestro equipaje al iniciar la ruta por centro América. Allí pudimos contactar con Esteban, el compañero de viaje al que nos habíamos unido  en varias ocasiones. Se encontraba acompañado por su novia Naty y el regreso prometía ser ameno y rápido gracias al Jeep Patriot de su propiedad. La primera etapa nos llevaría a la capital del país y nos daría la oportunidad de visitar el Museo del  Oro. 
Las carreteras de Colombia no se caracterizan por su buen estado y pudimos comprobarlo in situ ya que nos costó Dios y ayuda llegar hasta Bogotá. Bien temprano nos tuvimos que comer el atasco característico de toda gran ciudad. Nos alojamos en un hostel que quedaba relativamente céntrico y dediquemos el día a pasear y dormir para recuperarnos de la tremenda paliza que nos habíamos metido en el cuerpo. Como la mayoría de capitales de países sur americanos el desorden es la tónica habitual. El caos invade sus calles y las gentes se preocupan poco más de su propia integridad física que de otra cosa, evitando el tráfico que te puede llevar por delante cuando menos lo esperas ya que los pequeños mini buses que transportan a la gente hacía destinos más populosos aunque menos concurridos no respetan señal vertical ni horizontal que se interponga entre ellos y su próxima parada. 
Bogotá cuenta con un sistema de transporte centralizado que funciona al parecer bien, pero sólo abarca las grandes avenidas, olvidando por completo las villas periféricas. Nos desplazamos caminando por la plaza de armas una vez el sol se puso ya que es imposible salir a la calle cuando lorenzo te castiga el cogote. Lo cierto es que tampoco hay mucho que ver. Al ser una ciudad situada entre montañas y a una altura significativa, los días soleados son abrasadores y las noches heladoras. Al segundo día decidimos dejarnos caer por el Museo del Oro donde se muestra el trabajo de los indígenas que poblaron estas tierras desde la prehistoria hasta bien entrada la época de los conquistadores. La muestra vale la pena ya que se concentra en ella una cantidad de objetos impresionante que no hay que perderse. A continuación nos dirigimos al sur en lo que tenía que ser nuestra segunda etapa y que nos permitiría alcanzar la frontera con el Ecuador. 
La primera parte de la aventura no fue mal a parte de un pinchazo solventado sin más novedad. La segunda, ya es otra historia. Una historia de miedo. Decidimos seguir la ruta que nos llevaba al sur y luego desviarnos al Oeste hacia Popayán y así coger la ruta que viene de Cali y te lleva hasta la frontera. Pero nuestro GPS no estaba muy de acuerdo con ello y decidió llevarnos por la ruta que a esta jodida máquina le pareció mejor. Haced una cosa si tenéis tiempo. Mirad en el Google Maps el mapa de Colombia, acercaos lo suficiente para ver la ruta 45 hacia el sur. Esta ruta pasa por Mocoa. Si miráis a la izquierda podréis ver una ciudad que se llama San Francisco. Si os acercáis más, veréis que hay dos rutas para llegar a esta, una medio en condiciones y otra que parece sacada de la peor pesadilla de un camionero. Ahora acercaos más y centraos en esta ruta. Clicad en satélite para que cambie a imagen real y……. a cagarse.
Esta ruta tiene como unos 45 km de camino sin asfaltar y tramos donde la vía es tan estrecha que resulta imposible que pasen dos vehículos al tiempo. En el Google va acompañado de fotografías, hay una que pone Mirador, hasta ahí llegamos. Además en muchas ocasiones está flanqueada por acantilados donde no se ve el fondo y que seguramente si cayeras, sería más económico dejarte allí que formar una patrulla de rescate. El colmo fue que poco antes de entrar en esa ruta le había comentado a mi compañero de viaje que sería interesante cargar el vehículo de gasolina ya que teníamos que prepararnos para cualquier imprevisto. El hecho de que solo fueran 45 km le hizo pensar que ya que teníamos autonomía para más de 100 no hacía falta ninguna. Las pendientes pronunciadas y lo malo del camino hicieron que el gasto de gasolina se disparara y que cuando llevábamos más o menos la mitad de la ruta, nos quedáramos más tirados que una colilla, en medio de la nada. La fortuna hizo que por allá pasaran unos trabajadores que iban al pueblo  que se encontraba a un ahora y media de donde estábamos en un 4x4 y claro me presenté voluntario para ir a buscar carburante. Una hora y media de machacar mi columna vertebral por esa carretera infame, más una hora entre comprar el combustible y otra hora y media de subida hicieron que mi cuerpo se resintiese de manera que parecía que me habían pasado por una trituradora. Tres veces tuve que hacer el puto trayecto. En fin, es lo que hay. Así que después continuamos el camino y por la noche nos plantamos en la frontera con Ecuador. Sin ninguna novedad, entramos en el país y nos dirigimos a la ciudad más habitable que nos quedaba cerca; Tulcán. Allá el encontrar alojamiento fue una pesadilla ya que la gente aprovecha los festivos para dejarse caer por la frontera y aprovechar el tipo de cambio comprando artículos sobre todo de primera necesidad como son, televisores de plasma de 40 pulgadas, consolas de video juegos, ordenadores y lo que está rompiendo esta temporada en el lugar; El robot que cocina solo poniendo los ingredientes en el recipiente, la bomba. Sin ningún pudor, contratan a porteadores que pasan estos artículos por la frontera (véase rio) que separa los dos países, ante el relajo de las autoridades locales de ambos países. Lo fácil que nos hubiera resultado pasar 4 kg de cocaína sin que si quiera se molestasen en revisar ni el vehículo ni los equipajes. Ver  para creer. Así que después de mucho buscar nos alojamos en un hotelito para pasar la noche. Al día siguiente salimos para la capital; Quito, donde arribamos ya en la tarde. 
Lo cierto es que estábamos tan agotados que dedicamos nuestro precioso tiempo a relajarnos en la habitación. Cuando nos despertamos y después de un frugal desayuno,  aprovechamos para dar una vuelta por esta preciosa ciudad colonial llena de monumentos y donde las gentes se mezclan en sus bulliciosas calles. Tuvimos la suerte de poder visitar varias exposiciones y de pasera por toda la ciudad vieja. Un espectáculo. Hacía tiempo que no me impresionaba visitando una urbe. Hay que reconocer que está muy bien cuidada y que se ha invertido mucho dinero para tal fin.

Evidentemente no te puedes librar de la gente que te persigue para que les des unas monedas y de los niños limpiabotas que tienen que abandonar sus poblados por acompañar a sus padres al sueño de la civilización. Estos niños como otros tantos pierden la inocencia demasiado pronto y lo demuestran con descaro a la hora de intentar timarte. Su base de operaciones se encuentra frente a la iglesia principal de la ciudad. 
Una bella muestra del arte colonial y que impresiona no sólo por su decoración y su atrio o su altar mayor, si no, por las pinturas que cuelgan de las paredes y que tienen una belleza espectacular. Cabe destacar también que más al norte se levanta una monstruosidad que pese a representar el arte gótico, fue construida a principio del siglo XX. 
Las calles de la zona antigua con sus subidas y bajadas están repletas de lugares donde puedes comer por unos pocos quetzales, tiendas de recuerdos y comercios varios abarrotan los locales que flanquean estas calles. Dos días tuvimos para recorrer a conciencia esta urbe que está entre lo moderno y lo antiguo. Dado que en pocos días teníamos que estar por fuerza en Perú, no tuvimos tiempo de ver casi nada más. Así que volvimos a ponernos en marcha y entrada la noche llegamos a otra zona fronteriza. Los trámites para pasar el vehículo de un país a otro suelen ser farragosos y por eso nos demoramos bastante a la hora de abandonar un país y acceder a otro. Pese a todo logramos alcanzar cerca del medio día la “famosa” ciudad de Máncora, meca de los surfistas por sus alojamientos baratos y sus olas en un mar embravecido y flanqueado por un bello desierto. 
La verdad es que a todos nos pareció un churro de lugar, pero el boca a boca a hecho que esta pequeña villa se acomoden surfistas de todo el mundo ávidos de congelarse las pelotillas y dejarse los dientes en las escarpadas rompientes que salpican esta inacabable costa peruana. Pasamos la noche en Chiclayo. Nada que mencionar. Ah, sí, tiene un Mall. Partimos de nuevo a la aventura con la esperanza de alcanzar cualquier ciudad grande para pasar la noche y así plantarnos el Lima al día siguiente. Como siempre, nuestro gozo en un pozo. Pese a haber insistido en que había que comprar un neumático de repuesto para evitar lo inevitable, justo cuando estábamos haciendo unas medias de velocidad y kilometraje espectaculares, saltó el drama. 
Pinchamos de nuevo, haciendo mierda el neumático que ya estaba malogrado por otra reparación y dejándolo inservible. Los hados quisieron que nos pasara a apenas 100 metros de una llantería (que es como llaman aquí a los lugares donde los reparan los susodichos), pero la chapucera reparación que nos hicieron solo sirvió para circular durante unos 30 km más. Volvimos a pinchar pero esta vez no tuvimos la suerte de estar cerca de algún lugar habitado, si no, en medio de la nada. Bueno, no tan nada. En realidad caímos al lado de un puesto donde los camioneros a falta de gasolineras, reponen el combustible (o lo venden), buscando un beneficio mutuo.

El hecho de que el tipo tenía el coeficiente intelectual de un gusano de tierra (al haberse embrutecido por la falta de contacto humano), hizo que pasara de nuestra cara y se negó categóricamente a avisar a algún transporte que nos pudiera sacar del “embolao”. Visto lo visto, decidimos tomar el tema con filosofía y nos pusimos a dormir. Sin duda el habernos acostumbrado a dormir en un autobús contribuyó a  que en pocos minutos nos quedáramos como un leño. 
A la mañana siguiente nos vimos en la obligación de hacer dedo para que unos camioneros nos llevaran a la ciudad más próxima y así solucionar el problema. Una hora y media más tarde nos colocamos en Huacho donde no nos quedó más remedio que comprar un neumático nuevo a precio de oro (la oferta y la demanda, se entiende). Otro trayecto a la inversa y alguna que otra discusión con el remisero pesado que nos trasladó hasta donde se encontraba el vehículo y pudimos partir hasta la capital limeña. Naty, la novia de Esteban tenía que coger el vuelo que salía a las 22.00 horas y lo cierto es que llegábamos con el tiempo justo. Busquemos un alojamiento barato (entiéndase por alojamiento barato los moteles por horas donde las señoritas que venden su cuerpo llevan a los clientes) y esperamos hasta que llegara la hora de trasladar a Naty hasta el aeropuerto. Esteban, acuciado por una serie de problemas, nos comunicó que no le quedaba otra que partir hacia Santiago esa misma noche y que por lo tanto dábamos nuestra asociación temporalmente por terminada ya que no quise hacerme cargo del vehículo dado lo especial del país y la cohorte de policías corruptos de los cuales no habíamos escapado, teniendo que pagar a dos impresentables que se hacen llamar “servidores de la ley” 50 soles por una infracción que habíamos cometido kilómetros atrás. 
En fin. De nuevo dependiendo solamente de nosotros y habiendo visitado Lima lo suficiente para comprobar que es un truño (excepto el barrio chino que es muy cuco) y que hay que ser de una raza especial para conducir por sus calles, nos dispusimos a marchar a Cuzco para visitar uno de los objetivos del viaje Machu Pichu. 22 horas nos costó llegar a esta ciudad situada a casi 3400 metros sobre el nivel del mar y como no, me apuné. 
Apunarse significa que el cuerpo no reacciona demasiado bien a la altura que te deja hecho un trapo. Pese a eso, en cuanto encontramos alojamiento, pasamos por la dolorosa experiencia de contratar el tour por un día que te conduce a ver una de las nuevas 7 maravillas del mundo. Como la excursión comenzaba a las 05:30 horas del día siguiente y dado que era apenas medio día nos dimos un garbeo por la zona antigua de Cuzco o Cusco (las dos acepciones son correctas). Bueno, para empezar,  Cuzco es muy bonito, hay que reconocerlo, pero no deja de ser un lugar de paso para los viajeros que quieren conocer la joya de la corona de los monumentos peruanos, ¿o podríamos decir, del monumento peruano? Y eso se refleja en la cantidad de gringos que hay paseando por sus calles en chancletas y manga corta, resistiendo con estoicismo el frio andino y mostrando sus blancas carnes amoratadas por la falta de preparación en lo que al abrigo se refiere.
La Plaza de Armas y sus diferentes iglesias y casonas coloniales hacen de este un lugar especial donde dejarse llevar por el flujo de la gente. Aprovechamos para probar la variante de comida china adaptada al gusto peruano y llamada “chaufa”. Todo es “chaufa” y si hay  que significar  un producto estrella en la gastronomía local se trata sin duda del menospreciado pollo, base alimenticia de la población, alimento barato y asequible para todos los bolsillos en sus diferentes preparaciones…. o sea frito, con patatas o con arroz. Hablando de patatas. Perú ha tenido diferentes conflictos con su vecino chileno, hasta tal punto que lo que hoy es el norte de Chile, hasta finales del siglo XIX había sido el sur del Perú. En la guerra del pacífico, donde se significo un marino llamado Arturo Prat cuyo único hecho heroico fue abordar un barco enemigo al grito de “vamos mis valientes, que esto no es ná” antes de que lo cosieran a balazos y cayera la mar y que gracias a eso hoy todas las ciudades chilenas tienen por lo menos una calle o un monumento dedicado a tal insigne pro hombre, hizo que Chile combatiera contra el Perú y contra Bolivia que luchaban “a la limón” contra el furor expansionista chileno (y para quedarse con las minas de cobre, todo hay que decirlo) y que acabó cortándole la salida al mar a Bolivia y con la pérdida de territorio por parte de Perú. 
A lo que iba, que ya me estoy desviando. Actualmente hay dos conflictos que subyacen el uno con el otro y que de vez en cuando aparecen para potenciar el patriotismo de ambos países competidores. El uno es el “pisco”. Bebida espirituosa proveniente del destilado de uva, de agradable sabor y alto contenido alcohólico (como un aguardiente, para entendernos), donde se disputan el invento del Pisco Sour (pronúnciese sagüer) que es un coctel con pisco, limón  y algo de azúcar, que si es chileno, que si peruano y así toooda la vida, la verdad es que a mí no me gusta. Luego está lo de la patata. Los peruanos siempre dicen que el Imperio Inca se desarrolló al rededor de la patata. Pero mi pregunta es esta; si los conquistadores pasaron antes por lo que hoy es Perú y tardaron un huevo en llegar al sur de Chile ¿Por qué la primera vez que mencionan la existencia del preciado tubérculo es cuando arriban a la isla de Chiloé? ¿Eeeeeeiiiiinnnnggggg?. Ellos sabrán. Uffff, se me ha ido la olla. 
Bueno estaba a punto de contar nuestra aventura en Machu Pichu. Como decía antes de este largo interludio la furgoneta nos recogió sobre las 05:30 y fuimos haciendo la ruta del la recogida del guiri por todo Cuzco. Ya en la carretera fuimos descendiendo por una tortuosa carretera que nos llevó después de una hora al lugar donde recogeríamos el tren que a su vez os trasladaría al famoso yacimiento. Ollantaytambo es el punto desde que se parte, si no has optado por salir directamente de Cuzco. El trayecto bordea la zona andina con la flora que nos ha acompañado durante casi todo el periplo por este país. Un bello rio acompaña al tren en gran parte del camino. Ya, en aguas calientes (un pequeño pueblo que se ha hecho famoso por estar cerca del sitio nos subimos a un bus que nos dejaría a las puertas de esta maravilla.
La mala suerte nos acompañó en cuanto entramos pues nos tocó el guía más gilipollas que nos podíamos haber echado a la cara. El tipo se inventaba los datos y estaba más preocupado en ligar con dos gringas que por atender las preguntas del grupo. 
En fin, un desastre. Os voy a dar una descripción de lo que allí vimos dado la inutilidad del elemento en cuestión. Nada más entrar hay una subida que te permite admirar en todo su esplendor la antigua ciudad inca abandonada precipitadamente al saber que el máximo guerrero del imperio, Manco Inca había perdido su batalla con los conquistadores españoles y había decidido suicidarse lanzándose a un precipicio antes de caer en manos de los bárbaros que nunca llegaron a poner los pies en ella aunque conocían de su existencia. Ya en el siglo XIX varios europeos mencionaron la localización del sitio, pero no le dieron la importancia que merecía ya que lo único que les importaba es sacar algún provecho económico que no consiguieron. En realidad fue un gringo ayudado por un local el que redescubrió en la primera década del siglo pasado y dio a conocer lo que denominó  la Ciudad Perdida de los Incas, gracias a diferentes subvenciones se pudo desbrozar la zona de árboles hasta dejarla lo suficientemente habilitada para su provecho turístico. 
Naturalmente los quechuas conocían la ciudad con el nombre que ahora se le aplica y que quiere decir “montaña vieja”. Al parecer esta ciudad era un lugar sagrado al que sólo tenían acceso los más importantes sacerdotes de esta cultura. Llegando a la ciudad por el famoso Camino del Inca, se reunían aquí para hablar de sus cositas y tal. También se especuló con la posibilidad de que fuese una ciudad de vacaciones para las clases dirigentes, vamos un antiguo Benidorm. La casa del vigía corona toda la construcción donde destacan dispersas por diferentes zonas ; El templo del Sol, el Mausoleo, la Residencia Real, Grupo Cóndor, la Plaza Sagrada y un conjunto espectacular de terrazas que rodean toda la zona. La verdad es que lo que más sorprende es el conocido hecho de que para unir las piedras no utilizaron ninguna argamasa, si no que utilizaron lo que se conoce comúnmente como “el contrapelo”. Las diferentes construcciones que utilizaron esta modalidad de armado se han conservado casi íntegramente con el paso de los siglos. 
Después de dos horas de recorrer el lugar, nos quedaba lo más duro, esperar el último tren que salía de Aguas Calientes para Ollantaytambo. Eran como 6 horas de espera, que se alargaron al retrasarse el tren. Luego llegamos sobre las doce al final del trayecto, pero nos esperaban todavía dos horas más hasta que el conductor nos dejara a las puertas de nuestro hostal. Una paliza. Al día siguiente iniciábamos nuestro camino al sur para llegar primero a Arequipa donde inmediatamente después nos subiríamos a otro bus que nos conduciría a Tacna a pocos kilómetros de la frontera con Chile. Ya al medio día cruzábamos la línea imaginaria que separa estos dos países para alojarnos en Arica por un día antes de salir en avión para la capital de Chile. El norte de Chile es desolador, pese que siempre he declarado mi amor eterno al desierto, este desierto no es un lugar como para quedarse.
La verdad es que no me gustó lo que vi. Además nos encontramos con el problema de lidiar con una señora que nos pedía una cantidad desorbitante por dormir en la habitación que habría querido para él el conde Drácula. Primera decepción en Chile. Luego con toda nuestra ilusión nos trasladamos a Villa Alemana, ciudad dormitorio para las personas que trabajan en Valparaíso o Viña del Mar dado que la vía férrea llega hasta allí, o incluso en Santiago, donde hay autobuses que salen a cada momento. Como dije al principio, este será el último blog que escribiré de este viaje. Espero que durante el tiempo en el que nos habéis acompañado en esta vuelta por el continente americano os  hayáis divertido. Han habido momentos buenos y malos, los choques culturales han marcado sin duda todo el recorrido, ya que pese a estar tan cerca en cuanto a costumbres, la distancia que marca el océano es enorme. También me sorprendió que pese a tener una visión generalizada de que sud América está avanzando a pasos agigantados hacia la modernidad esta idea no es cierta y también que muchos países que supuestamente están en pleno desarrollo económico solo sean eso países que siempre estarán en desarrollo porque nunca llegaran al final del camino. Hay mucha ilusión por salir del agujero donde han estado obligatoriamente por culpa de dictadores e intereses económicos de los vecinos del norte, pero hay pocas ganas de trabajar. No generalizo por supuesto, pero lamentablemente mi experiencia me dice que el crecimiento por ejemplo en Brasil es un espejismo. Que los gobiernos que supuestamente van a ayudar al pueblo se convierten en dictaduras populares donde solo se benefician unos pocos. Es el claro ejemplo de Ecuador y Perú, sin obviar Venezuela naturalmente donde Hugo Chávez manda en base a la cantidad de petróleo que exporta a precio irrisorio para mantener precisamente estos gobiernos “supuestamente” populares. Luego está centro América que a excepción de Costa Rica cuya infraestructura viaria deja muchísimo que desear, todos los demás países permanecen en el límite del mundo moderno. Sigo diciendo que esto no es una crítica, sólo una opinión basada en la observación. A mi parecer sólo se salvan un par de países, que son México (pese a su índice de criminalidad) y Chile (pese a sus dirigentes). Luego un aparte para Argentina, que pese a ser un país que siempre me ha impresionado y cuya gente es encantadora, sigue equivocándose al elegir a sus políticos. La actual situación argentina me recuerda mucho a la España del 2006 donde nos situábamos en la “champion league” de la economía mundial. Sé que tengo muchos amigos “kischnneristas” y que están muy ilusionados con las propuestas de la presidenta, pero he sentido en mis carnes trabajando en el norte los estragos causados por políticas anteriores que han dejado el país en manos de auténticos descerebrados.


Evidentemente creo que está claro que todo lo que está pasando actualmente en estos países que están en él grupo de “emergentes” es pan para hoy y hambre para mañana y lamentablemente nosotros en Europa lo estamos viviendo en estos momentos. Bueno, me dejo de pendejadas y me despido hasta el próximo relato.
Como siempre un brazo para vosotros y un beso para vosotras (a la inversa en caso de Fer) de estos dos viajeros que casi dan por terminado y valga la redundancia este viaje.



Un saludo de Fer y Miguel.