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domingo, 12 de junio de 2011

ATRAPADOS EN MANAUS (ampliando en resumen)

Saludos amigos, amigas, desconocidos demás que seguís este blog. Lo primero como siempre agradecer vuestras muestras de cariño y apoyo que recibimos cada vez que se publica una nueva entrada en nuestro diario. Especialmente para Edith que siempre sabe dar ese puntito acido que la caracteriza. Para empezar me gustaría hacer una rectificación sobre Belem y que se publicó en la anterior entrada. Belem no está en la desembocadura del rio Amazonas como nos hace creer el mapa que publica el Lonely Planet en su afamada pero desinformada guía Sudamérica para mochileros. En realidad el Amazonas desemboca unos 200 km al norte de esta ciudad. Dicho lo cual, vamos al pastel. Después de repasar el resumen publicado en la anterior entrada consideré que sabía a poco y he decidido ampliarlo para que vosotros os hagáis una idea más amplia de lo que hemos visto.

 Rio nos sorprendió con su amabilidad y su influjo deportivo y de ciudad cosmopolita. Nuestras visitas al Cristo Redentor y a Pan de Azúcar  fueron las actividades típicas e ineludibles que hacen todos los visitantes que acuden a esta metrópolis. Largos paseos por las famosas playas de Copacabana, Ipanema y Leblon se salpicaban con sesiones de  tueste epidérmico en estas mismas playas. Rápidamente me aficioné a la bebida local; el guaraná. Y a su homólogo en lo que a granizados se refiere; el açaí. Descubrimos que el portugués no difiere mucho del catalán por lo que se puede llevar una conversación  con un
 carioca sin problema alguno. La seguridad se palpa en todo momento ya que no andas 10 metros sin toparte con una patrulla de las diferentes policías que compiten por ser las más chulas y pirulas. Con tristeza en el corazón nos despedimos de la urbe para dirigirnos a Salvador de Bahía, de donde habíamos recibido unas referencias excelentes. Para evitarnos las 15 horas de trayecto en bus, nos decidimos a tomar un avión que nos costó prácticamente lo mismo. Mientras nos dirigíamos al centro de la capital bahiana, pudimos observar la gran diferencia que marca una ciudad de otra. 

 Los suburbios exteriores de Salvador están salpicados por viviendas a medio derruir, cosa que pasa exactamente con el centro de la ciudad.
 Una rápida visita a este centro histórico nos enseño una cara de Bahía que desconocíamos. Nos pareció una ciudad deprimente, llena de gente que te agobia pidiéndote dinero que evidentemente no tienes intención de darle (ya que seguramente lo utilizaría para comprar su dosis de oxi, una droga que está causando estragos entre los adictos), pero con una actitud amenazadora. La presencia de la Policía Militar disuade a esta legión de pedigüeños de ser más agresiva. Nos desilusionó un poco ver este panorama.

 Calles sucias, edificios derruidos, indigentes. Y como contrapunto, una iglesia cuya cúpula interior está decorada por 700 kilos de pan de oro. Una locura. Y para colmo, llovía. Nos consuela saber (después de haber hablado con otra gente que la había visitado años atrás, que al parecer antes estaba peor). Ante este panorama decidimos pirarnos hacia el norte y de paso probar los buses autóctonos y sus carreteras. Cometimos el error de tomar una compañía que era un auténtico desastre aunque era la única que se dirigía a Maceió. La empresa de marras se llama Bonfim. Aunque no hace honor a su nombre ya que ni es Bon y casi no tenemos Fim. Me limitaré a decir  que si visitáis estas tierras evitéis tener ninguna relación con esta compañía. En el trayecto el bus se rompió dos veces y lleguemos casi cuatro horas después a nuestro destino. Evidentemente eludieron toda responsabilidad aún amenazando de denunciarlos a la Asociación Nacional de Transporte Terrestre, que al parecer los titulares de esta empresa se pasan por el forro. Después de pasar la primera noche en el hotel de “Psicosis” (con rata incluida, que se me coló en la mochila, no sé, ¿para ver mundo?) nos desplacemos a la zona de playas para comprobar que este era un lugar típico de veraneo para los autóctonos y que no eran muchos los foráneos que visitaban la ciudad. Las playas estaban sucias aunque el ambiente no estaba mal del todo. Más sesiones de tueste nos ayudaron a pasar unos días en lo que podíamos denominar el Benidorm brasileño. De nuevo decidimos encaminarnos al norte con destino a Natal. Los autobuses aquí tienen que bregar con las carreteras desastrosas y con las estaciones de bus encuadradas en el sitio más céntrico de las ciudades, por lo que te comes las colas kilométricas a la entrada y a la salida.
Como Natal también nos recibió con lluvia en la misma terminal decidimos pirarnos sin echar la vista atrás. Fortaleza sería nuestro siguiente destino. Una lluvia inclemente nos acompañó durante todo el viaje y nos dejó como regalo unas inundaciones que metían miedo. De camino a la terminal estuvimos cerca de tres horas para poder vadear una especie de lago que se había formado en el centro y que sólo la altura del vehículo consiguió salvar saliendo indemnes. Ante esta perspectiva, consultamos nuestra guía de viajes y decidimos continuar (¿para qué vamos a parar en una ciudad inundada?) hasta Jericoacoara. 

 El trayecto se suponía que teníamos que realizarlo en escasas 4 horas pero hasta llegar a nuestro destino pasaron 7. Como os comentaba en el anterior relato, Jeri se encuentra enclavada en medio de un parque nacional, para llegar a esta pequeña villa de unos 600 habitantes hay que tomar un camión 4X4 que  circula  por el litoral y cruza dunas de arenas amarillas. Lleguemos al Jeri- Brasil Hostel, regentado por Ramis, un excelente anfitrión que nos rebajó lo suficiente el premio de la habitación como para quedarnos los 9 días que allí estuvimos. El ambiente en Jeri es calmado. 

 Nuestras jornadas empezaban a las 7 de la mañana tomando un potente desayuno para después encaminarnos a las interminables playas que bordean esta península. Después de caminar unas tres horas en las que departíamos con los locales mientras observábamos pasmados las artes de pesca que se gastan por aquí y nos perdíamos entre dunas para descubrir pequeños lagos de agua dulce formada por la lluvia, donde estabas completamente solo (bueno, solo no, con la compañía e una cabra que pasaba por allí) volvíamos agotados al hostel donde comíamos un frugal ágape y nos dedicábamos a no hacer nada. Tomar el sol, pasear, beber zumos de frutas deliciosas, largas charlas con los otros huéspedes del hostel, nos sirvieron para pasar esos estupendos nueve días. Nos fue bien ya que nuestro siguiente destino se situaba nada menos a 36 horas (bueno en realidad 30, ya que nos hicieron esperar en una terminal las otras 6). La anterior crónica la escribía deprisa y corriendo desde Belem, donde arribamos entrada la tarde.

Después de comprobar el  decepcionante  hostel que recomendaba el Lonely Planet, la biblia del viajero (escrita seguramente por un australiano borracho que no estuvo en él nunca) optamos por dirigirnos a la zona portuaria para adquirir los billetes del barco que nos habría de llevar rio arriba hasta Manaus. En el hostel coincidimos con dos muchachos  chilenos que están haciendo el mismo recorrido que nosotros (aunque ellos llevan un Jeep Patriot) y quedamos en esta ciudad para continuar el viaje juntos compartiendo gastos. Conseguimos un camarote con aire acondicionado en un moderno catamarán que se convertiría en nuestro hogar durante 5 días. Tenía tres puentes, el primero ocupado por hamacas de los autóctonos con pocos recursos, el segundo por los camarotes y por los autóctonos con más recursos que cuelgan sus hamacas en una sala con aire acondicionado.

 La espectacularidad del viaje es muy difícil de describir. Toda clase de pájaros ribereños así como delfines grises y rosas nos acompañaron durante el trayecto, además de observar cómo vive la gente de aquí que salpica las orillas de rio con sus casas sobre pilares para prevenir las inundaciones que cada año hacen subir el nivel del agua hasta dos metros. Lo cierto es que fue un viaje relajado, teníamos películas para ver cuando se iba la luz diurna y si el cielo estaba despejado podíamos observar las estrellas con la tranquilidad que te da saber que aquí no hay contaminación lumínica. 

 Atracamos en Manaus sobre las 2 de la mañana, pero , no sería hasta el día siguiente, bién temprano cuando nos dirigimos al hostel. Manaus es el último punto civilizado del estado de la Amazonia. Casi dos millones de habitantes se pelean por un espacio que no existe (sobre todo en el centro). Tiene su zona franca (que ni es zona ni es franca a juzgar por los precios). Un Teatro de la Ópera. El puerto. Mercados de fruta, verdura, carne y pescado. Varios museos. Y ya está. Es una ciudad para estar como máximo 3 jornadas. Y llevamos aquí (a la hora de escribir esta crónica) 6 laaargos y tediosos días. La espera. Lo cierto es que en un viaje tan largo, los periodos de espera suelen ser abundantes. Esperas en estaciones de tren, de autobús, de barco, esperas y esperas. No le das importancia ya que no es más que una gota de agua en el vaso de de un viaje extenso.




Pero claro la cosa cambia cuando no hay nada que hacer más que pasear bajo un sol de justicia que castiga el cuerpo desde las 7 de la mañana hasta las 18:00 h. Y por la noche te has de recoger prontito ya que no es muy seguro para el “gringo” moverse por estas calles nada seguras a ciertas horas. Estamos esperando a los chicos con los que quedamos en Belém. Pero al parecer han hecho una pausa en el camino y han de llegar entre hoy y mañana o sea que nos vamos a comer aquí casi 10 días entre pitos y flautas. La verdad es que estamos esperando porque entiendo que vale la pena la espera. Entre 4 los problemas son menos y generalmente los mochileros que viajan solos se suelen unir a otros para formar piña. Nos queda el consuelo de pensar que aunque tuvieran aquí no podríamos  partir ya que la ruta que lleva a Boa Vista y después a Venezuela está cortada por las inundaciones y se desconoce cuándo se podrá pasar. Bueno, supongo que la próxima crónica la haremos desde ese lugar, un país cuyo dirigente ha dado perlas tan interesantes como –“Aquí huele a azufre”- y provocado otras-“¿Por qué no te callas?, pero, eso es harina de otro costal. Ahhhhh!!!!! Si tengo tiempo y ganas escribiré un aparte de nuestra experiencia en el Banco do Brasil con un personaje que si definiera de retrasado estaría insultando a este colectivo (que por otra parte merece el mayor de mis respetos). Creo que lo llamaré ¿Quién es el tonto aquí?. Lo dicho, besitos para vosotras, abrazos para vosotros y espero que no os aburran mucho  estos relatos.
Un saludo.
Fer y Miguel

2 comentarios:

  1. Mis niños, me han dejao pasmada!!!
    Vaya tela.
    Entre la lluvia; las pésimas carreteras; los pésimos servicios terrestres; la rata mochilera y las largas esperas entre viaje y viaje, sinceramente es para perder a cada paso "las buenas costumbres y educación"!!!
    Lo bueno a todo ésto, es que no han utilizado los chalecos salvavidas (si, soy "ácida"). Sin dejar de mencionar la belleza incomparable de la naturaleza 'in situ' gracias al viaje en barco que por lo visto, había pasado la ITV.
    Y como mis niños son unos supervivientes a las grandes calamidades, sacan pecho con mira a Venezuela. Joer, ahí si que tendrán que "sobrevivir" a la dejadez y el relajo total de los chavistas.
    Si llegan a ir hasta Isla Margarita brinden a mi nombre, ya que creo que nunca podré visitarla.
    LOS QUIERO, LOS RECUERDO Y LOS RECONTRA RECUERDO CADA DÍA!
    A disfrutar y a seguir contándonos TODO!!!!
    Un besote a los dos!!!!

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  2. Oye, no sólo no aburren tus relatos, sino que te compro tu historia del tonto por una buena cena casera a vuestro regreso, hace?
    Besos!!!

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