El ser humano puede ser imprevisible, sobre todo en cuanto a la sexualidad se refiere...
Al principio he dicho que el ser humano puede ser imprevisible y ahí va el porqué.
Ricardo me convenció para que asistiera a una fiesta “privé” (esto lo entendéis) en un local “swinguer” (esto quizás no).Me contó Ricardo que el “swinguer” es una modalidad del sexo que implica que prestes tu pareja a otra persona mientras tú te beneficias al señor o a la señora de alguien o que vayas sólo al garito y esa noche “pilles cacho por la pati”. Este tipo de locales va proliferando por la zona. Tanto es así que creí entender que le quieren denominar al lugar “Barrio Rojo” sin tener connotaciones comunistas. Al parecer todo empieza con un bailecito y con una invitación a “subir” arriba, donde hay unos reservados para tal fin. A medida que va transcurriendo la velada la gente se va desinhibiendo más y más acabando con unas autenticas bacanales de sexo consentido. El papel de Ricardo, perdón Claudia, en este local no es otro que preguntar a los menos osados lo que buscan y así emparejar a estos con su media naranja coital. Después todos se despiden con unos besitos y tan amigos. Me advirtió que la gente allá se comporta tal y como es, que se muestran de tal manera, que puedes ver través de ellos. Entenderéis que al principio me mostré un tanto reticente a la hora de asistir a un evento donde no solo me arriesgaba a que acosaran a mi pequeña esposa si no que también temía que rompieran mi apreciada flor de loto.
Yo siempre he dicho que soy un tipo abierto y sin miedo a nuevas experiencias y que no juzgo a la gente ni por su credo ni por su raza y mucho menos por su condición sexual, pero, no acababa de convencerme el asunto. Me dijo que allí nadie nos iba a tocar, siempre y cuando marcáramos la frontera entre la diversión y el placer. Ante tal reto decidí sacrificarme y opté por dejar a Fer en la que hasta hoy es nuestra morada temporal. Si alguien tiene que caer que sea yo. Púes dicho y hecho, Ricardo después de una dura jornada llevando y trayendo pasajeros de allá para acá, cenó un poquito se metió en el baño desapareciendo por un prolongado espacio de tiempo que lo llevó a aparecer siendo Claudia. A medida que nos acercábamos al local en su Renault 12 de 1982 ( un vehículo indestructible ), en mi imaginación saltaban una y otra vez imágenes que me llevaban a un lugar tétrico, angosto , oscuro, lleno de monstruos deformados, de hembras y efebos desnudos paseándose por la sala ,royo…. ¿os acordáis en esa escena de 300 cuando al jorobado le ofrecen quedarse en la sala del rey ese tan machote y hay un montón de seres raritos, a cambio de traicionar a esos soldados tan guapos y bien hechos?, púes eso, así veía yo en mi imaginación el local. Después de soplarme 50 pesos (gracias a Claudia, porque el precio real eran 100) descendí a los infiernos de mi divina comedia particular por unas empinadas escaleras que me llevaron a una sala. Claudia haciendo de Virgilio ¿o seria Beatriz? me mostró primero la parte de abajo. El “Moon” es un “boliche” de lo más normal, bar, pista de baile y escenario con una barra en vertical que me sugirió que allí hacían algo más que despendolarse. Alrededor de la pista se encuentran unos cómodos “soffas” donde a medida que avanza la noche los menos pudorosos se dedican a lo suyo separados de la pista por una cortina negra. La parte de arriba ya es otra cosa, también hay reservados, pero más amplios que pueden acoger hasta 10 personas. Hay que recordar que también existe la posibilidad de mirar sin participar, y para esto hace falta espacio. Sentado al final de la barra, espalda apoyada en la pared, esperaba a que se ambientara el local mientras Claudia iba y venía recibiendo a los invitados. Enrique era la persona que atendía a la barra, un tipo afable, cuyo hobby era descargar la serie “Los Hombres de Paco” para mondarse de risa y visualizar una y otra vez “El milagro de P.Tinto”. Como coincidiríamos al menos en una de sus dos aficiones (el cine) me atendió estupendamente. Mientras su esposa tremendamente simpática, se dedicaba a servir los refrigerios demandados por la clientela. El local se fue llenando y yo fui conociendo a los habituales del mundillo del “swinguer”. Todo bien, la gente se comportaba correctamente con mi persona y excepto alguna insinuación muy leve nadie invadió mi espacio vital. Un par de “strippers” realizaron su faena, alegrando la vista a este contador. La jornada se fue animando de tal modo que en un momento dado la mujer de Enrique se acercó y me dijo -mirá- apartando un poco la cortina que tenia a mi izquierda, allí se encontraba una chica que me habían presentado hacia apenas 20 minutos, haciendo “cositas” con un moreno que poco antes se posicionaba en el lado opuesto de la barra. Mientras, los viajes de Claudia a la parte superior del “boliche” se iban sucediendo –siete –me dijo- ¿siete qué? le pregunté –siete a la ves se está cogiendo la flaquita de antes-. Bueno, mejor para ella pensé. Sobre las 4:30 la gente fue abandonando el lugar despidiéndose con besos y achuchones y nosotros hicimos lo mismo.-¿Que te paresió el boliche?- Interrogó Claudia.-Bien- contesté yo-buena gente, buen ambiente, pocas veces digo no a algo, aunque no creo que me preste a ello alguna vez. Mi perspectiva del sexo es más intima, no sé como reaccionaria si me estuvieran mirando mientras realizo el acto.
La conclusión que saqué al final de la noche, es que los prejuicios son como las hemorroides que no te das cuenta de que existen hasta que no te pica el culete.Un tipo como yo que siempre se ha jactado desu falta de prejuicios, se hizo una pelicula que no se ajustaba a lo que después es la realidad y además que hay gente a la que no le molesta que la miren en una acción a mi entender tan privada como es el sexo convencional o que les da igual 8 que 80 no importa como seas en tu vida habitual, si luego eres honesto contigo mismo y aceptas tu sexualidad con naturalidad. Por otra parte mis temores sobre el comportamiento de estas personas quedaron en el olvido, de tal manera que si tengo la oportunidad de asistir de nuevo a un evento de estas característica, no dudaré en pedir a Fer que me acompañe, púes esto no deja de ser algo natural para ellos e inocente para una persona que como yo, tiene claro o que le gusta y lo que no.
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